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martes, 8 de octubre de 2013

Walter Benjamin

V. BAUDELAIRE O LAS CALLES DE PARIS.

"Facilis descensus Averno"
VIRGILIO, Eneida

Lo extraordinario en la poesía de Baudelaire es que las imágenes de la mujer y de la muerte se entrelazan en una tercera, la de París. El París de sus poemas es una ciudad hundida, más bien bajo el mar que bajo la tierra. Los elementos ctónicos de la ciudad -su formación topográfica, la vieja cuenca abandonada del Sena- encontraron en Baudelaire una impronta. Pero lo decisivo en el "idilio mortuorio" de la ciudad en Baudelaire es su sustrato social, moderno. Lo moderno es uno de los acentos principales de su poesía. Con el spleen parte en dos el ideal ("Spleen et idéal"). Pero es precisamente la modernidad la que cita la protohistoria. Esto ocurre a través de la ambigüedad propia de la situación social y del producto de esta época. La ambigüedad es la aparición en imagen de la dialéctica, la ley dialéctica detenida. Esta detención es utopía; de ahí que la imagen dialéctica sea imagen onírica. Una imagen semejante presenta la mercancía como tal: como fetiche. Una imagen semejante presenta los pasajes, que son tanto casa como calle. Una imagen semejante presenta la prostituta, que es vendedora y mercancía al mismo tiempo.


VI. HAUSSMANN O LAS BARRICADAS.

"Sigo el culto de lo bello, del bien, de las grandes cosas,
de la bella naturaleza que inspira al gran arte,
cuando encata el oído o cuando hechiza la mirada;
Siento el amor de la primavera en flor: mujeres y rosas!"
Baron Haussmann, Confession d'un lion devenu vieux

"El reino de las flores de la decoración,
el encanto del paisaje, de la construcción
y todos los efectos de la escena se basan
solo en la ley de la perspectiva, que basta".
Franz Böhle, Theater-Katechismus, Múnich, p.74.

El ideal urbanístico de Haussmann consistía en las perspectivas de largas calles alineadas. Esto corresponde a la tendencia de ennoblecer las necesidades técnicas a través de objetivos artísticos, que se hace evidente durante el siglo XIX. Los centros de dominio mundano y espiritual de la burguesía, engastados en el marco de las calles principales, encontrarán allí su apoteosis; las calles principales se cubrían con un paño antes de estar terminadas y eran descubiertas como los monumentos. La actividad de Haussmann se encuadra en el imperialismo napoleónico, que favorece el capital financiero. París vive un apogeo de la especulación. El juego en la Bolsa pasa a ocupar el lugar de ocupaban las formas de juego de azar heredadas de la sociedad feudal. A las fantasmagorías del espacio, a las que se entrega el flâneur, corresponden las fantasmagorías del tiempo, donde se abisma el jugador. El juego convierte el tiempo en una droga. Lafargue explica el juego como réplica de los misterios de la coyuntura económica en miniatura. Las expropiaciones de Haussmann inician las especulaciones fraudulentas. La jurisprudencia de la Corte de casación, inspirada por la oposición burguesa y orleanista, incrementa el riesgo financiero de la haussmanización. 

Haussmann intenta sostener su dictadura poniendo a París bajo un régimen de excepción. En 1864, durante un discurso ante la asamblea, expresa en palabras su odio contra la población desarraigada de la gran ciudad. Por sus emprendimientos, esta población se va incrementando cada vez más. El aumento de los precios de los alquileres empuja al proletariado hacia los faubourgs. Los quartiers de París pierden así su fisionomía propia. Surge el ceinture rojo. Haussmann se dio a sí mismo el nombre de "artiste démolisseur". Se sentía llamado a una obra, hecho que subraya en sus memorias. Pero así aliena a los parisinos de su propia ciudad, que ya no se sienten allí en casa. Comienzan a tomar conciencia del carácter inhumano de la gran ciudad. Paris, la obra monumental de Maxime Du Camp, debe a esta toma de conciencia su surgimiento. Las Jérémiades d'un Haussmannisé le dan la forma de un lamento bíblico.
El verdadero objetivo de los trabajos de Hussmann era asegurar la ciudad contra las guerras civiles. Lo que quería era evitar para siempre que pudieran levantarse barricadas en París. Con esta misma intención, Luis Felipe había introducido el adoquinado de madera. Sin embargo, las barricadas jugaron cierto rol en la revolución de Febrero. Engels habló de la táctica de las luchas de barricada. Y Haussmann quería impedir estas tácticas de dos maneras: el ancho de las calles las haría imposibles, y nuevos trazos de calles debían crear el camino más corto entre los cuarteles y los barrios de trabajadores. Los contemporáneos llamaron al proyecto "l'embellissemnt stratégique".



En: El paris de Baudelaire. París, capital del siglo XIX (1935)






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