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miércoles, 24 de abril de 2013

Roberto Juarroz



                                                        9
     
                                                             Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mí,
que sólo yo me pienso,
y si ahora muriese,
nadie, ni yo, me pensaría.

Y aquí empieza el abismo,
como cuando me duermo.

Soy mi propio sostén y me lo quito.
Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo. 



17

Hay que caer y no se puede elegir dónde.

Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.

Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.

Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.

Se trata de doblar algo más que una coma
en un texto que no podemos corregir. 


18

Tú no tienes nombre.
Tal vez nada lo tenga.

Pero hay tanto humo repartido en el mundo,
tanta lluvia inmóvil,
tanto hombre que no puede nacer,
tanto llanto horizontal,
tanto cementerio arrinconado,
tanta ropa muerta
y la soledad ocupa tanta gente,
que el nombre que no tienes me acompaña
y el nombre que nada tiene crea un sitio
en donde está de más la soledad.

27

Entre pedazos de palabras
y caricias en ruinas,
encontré algunas formas que volvían de la muerte.

Venían de desmorir.
Pero no les bastaba con eso.

Tenían que seguir retrocediendo,
tenían que desvivirlo todo
y después desnacer.

No pude hacerles ninguna pregunta,
ni mirarlas dos veces.

Pero ellas me indicaron el único camino
que tal vez tenga salida,
el que vuelve desde toda la muerte
hacia atrás del nacer,
a encontrarse con la nada del comienzo
para retroceder y desnadarse. 

37

Mientras haces cualquier cosa,
alguien está muriendo.
Mientras te lustras los zapatos,
mientras odias,
mientras le escribes una carta prolija
a tu amor único o no único.
Y aunque pudieras llegar a no hacer nada,
alguien estaría muriendo,
tratando en vano de juntar todos los rincones,
tratando en vano de no mirar fijo a la pared.
Y aunque te estuvieras muriendo,
alguien más estaría muriendo,
a pesar de tu legítimo deseo
de morir un minuto con exclusividad.
Por eso, si te preguntan por el mundo,
responde simplemente: alguien está muriendo. 


57

El hombre pierde la vida y otras cosas,
se ensucia con cualquier crecimiento,
no aprenderá nunca a vestirse
y es un inexplicable ensayo de la muerte.

Sin embargo,
busca una forma higiénica de morirse,
mientras da saltitos variables por las calles
y desocupa más sitio que el que ocupa.
Se desayuna moralmente
y dobla saludos y se los mete en el bolsillo.

Pero hay un saludo que no puede doblar,
un saludo que en el bolsillo no le cabe.

Y lo pierde, eso sí que lo pierde,
más que la vida y otras cosas,
por ejemplo, el cumpleaños de su muerte. 


En: Poesía Vertical 1958.